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¡CEGUERA, NUNCA MÁS! Reflexiones sobre el ‘Autogolpe’ del 5 de abril de 1992

Publicado: 2012-04-05

Por: Noelia Chávez Angeles, miembro de Coherencia Univesitaria y estudiante de Sociología

"¡DISOLVER!"

Un 5 de abril hace 20 años, en Televisión Nacional, el presidente Alberto Fujimori anuncia que había tomado la decisión de disolver el Congreso de la República, reorganizar el Poder Judicial, el Consejo Nacional de la Magistratura, el Tribunal de Garantías Constitucionales, el Ministerio Público, dejar en suspenso la Constitución de 1979 y convocar las elecciones para un Congreso Constituyente. El Autogolpe del 92 se había efectuado con un discurso pronunciado por Fujimori que tenía como motivación y estaba en contra de un Parlamento copado por cúpulas de poder partidarias que habían dejado el país en la quiebra tras los 80s, y un  Poder Judicial profundamente corrupto.

Ese es el hecho puro y duro. Ambas cosas mencionadas (un parlamento minado y el ‘fin justifica los medios’ del autogolpe) nos pueden parecer atroces. Pero el autogolpe fue la cumbre o el símbolo de un proceso que ya se veía venir (y muchos no quisimos ver), y sus aparentes logros y desdichadas consecuencias son un asunto que aún hace falta aclarar y recordar: ¡Ceguera Nunca Más!

POLÍTICA... ¿QUIÉN?

Si hay algo que hizo muy bien el régimen de Fujimori fue terminar de desprestigiar una política que se había ido desprestigiando sola. Se dice que su victoria frente a Mario Vargas Llosa responde a un régimen partidario debilitado, incapaz de ir acorde con las necesidades del país, corrupto y politiquero. Fujimori era el perfecto outsider que se identificaba con el “ciudadano de a pie”.

Para los años 90s, los movimientos sociales que habían tenido un aflorar optimista en los años 70s, ya habían decaído precipitadamente (sindicatos, gremios, partidos de izquierda, etc). Los años 80s, fueron a la vez su cumbre y depresión, la contundencia de Sendero Luminoso y la crisis económica del régimen de García debilitaron la impresión sobre aquellos que decían gobernar el país pero que finalmente lo llevaban a un callejón sin salida, y toda protesta, reclamo, u organización con fines políticos fue satanizada. Se necesitaba otro tipo de liderazgo, aire nuevo y fresco. La izquierda se había dividido, el APRA escondido, y en el FREDEMO se habían refugiado partidos conservadores, personajes de derecha e intelectuales que se mostraban alejados del común de los peruanos y de la realidad social del país. Nadie quería del Perú una Suiza, la gente ya estaba cansada de tanto gobierno sin resultado y de las mismas caras que decían trabajar para uno, pero trabajaban mal o para sí mismos. Al fin y al cabo, sistema democrático y con políticas efectivas ¿cuándo?

Fujimori ganó las elecciones del 90 y dos años después utilizaría el mismo discurso antiparlamentario y difuso de los peruanos para llevar a cabo un golpe de Estado que fue respaldado aproximadamente por 80% de la población.

LAS NUEVAS POLÍTICAS DEL GOLPE

Por fin el Parlamento “obsoleto” había sido derribado, pero pocos se preguntaron qué reemplazaría a ese Congreso de la República. El golpe de Estado le permitió a Fujimori y sus aliados crear un aparato institucional con una débil separación de poderes, respaldado y avalado por una nueva constitución, con un sistema de control político y social tal que facilitaba las formas de corrupción y la compra de medios de comunicación que silenció ampliamente a la sociedad civil y su capacidad de cuestionamiento al modelo (Burt, 2012) [1]. Asimismo, instauró lo que Gonzales de Olarte llamaría un Ajuste Neoliberal Extremo, entregando la conducción económica del Perú a los conductores del consenso de Washington (el FMI, BM, BID) (Pease, 2012) [2]. Además de la apertura desmedida a las transnacionales sobre nuestros recursos naturales y los contratos que el Estado firmó con empresas como Telefónica, la sistemática violación de DDHH fue otra de las políticas durante régimen fujimorista. Al Estado se le había reducido su capacidad para generar políticas públicas, mientras que las políticas fujimoristas mellaron el tejido social y la sociedad civil, impidiendo formas de acción colectiva y organizada que pudieran hacerle frente al régimen.

Sin embargo, como dice Maxwell Cameron, el apoyo que Fujimori recibía no solo era comprensible sino razonable (no por eso justificado). No es que nadie supiera de las violaciones, abusos y malversación de fondos que ocurrían en el régimen, sino que había una necesidad económica y de seguridad ciudadana que saldar, y los resultados que aparentemente había traído el Fujimorismo eran esperados y bienvenidos (Cameron, 2012) [3].  Pero ¿estos resultados fueron reales?

Si bien es cierto el gobierno de Fujimori logró frenar la hiperinflación que dejó García, lo hizo con costes muy altos que hacen que la derrota de la crisis no sea más que la apertura a otra nueva: se liberaron los precios y dejaron a merced de la autorregulación; el neoliberalismo desmanteló al Estado; las empresas privadas fijaron tarifas altísimas al consumidor; si bien la venta de empresas públicas aportó dinero al fisco, luego éste fue saqueados por el mismo régimen; se debilitó la base social mediante despido por incentivos; el debilitamiento de los sindicatos y la liberalización de los contratos, etc. Todo ello hizo que la crisis y recesión mundial de mediados de los 90s nos afectara transversalmente, la inflación reapareció y la recesión nos persiguió (Ragas, 2009) [4].

El otro argumento que se utiliza para absolver al gobierno fujimorista de sus males es la derrota del terrorismo y la captura de Guzmán. Falso. Fue la policía unificada (especialmente el GEIN) quienes desde el régimen de García habrían seguido los pasos de Abimael Guzmán y logrado su captura (Pease, 2012) [2]. Fujimori no estaba al tanto de las políticas para derrotar a Sendero, y se encontraba en la Selva cuando se anunció la captura de Abimael. Sólo después de este hecho es que se abanderará de la lucha anti-terrorista, y se aprovechará de la experiencia que ya tenían ganadas las fuerzas armadas y la policía nacional. Sus métodos pasaron por alto los DDHH en las matanzas de Cantuta y Barrios Altos, y durante el operativo Chavín de Huantar.

El respaldo de la población hacia Fujimori tenia, definitivamente, cierto sentido, y era parte de un proceso histórico. Sin embargo, este sentido fue tergiversado (1) por la forma de gobierno dictatorial que implantó junto con el Doc y la magna decadencia  institucional, económica, política y social en la que dejó al país y que muchos no esperaban, y (2) por la inacción y ceguera, apropósito, de gran parte de la población durante esos años de dictadura. No podemos afirmar que el proceso histórico haya creado a un Fujimori y eso es todo. Fujimori además es un actor que manejó a su gusto el poder otorgado e “invisibilizó” su forma de dominio mediante un nuevo diseño institucional. La población, por otro lado, fue hecha súbdita y se hizo súbdita.

LO QUE FUJIMORI NO SE LLEVÓ A JAPÓN

Las siguientes son algunas cifras de lo que nos dejó Fujimori [5]. Una pequeña muestra de las consecuencias a la permisividad de acción que le otorgamos:

La corrupción le costó al estado peruano 1.4 billones de dólares por año [6].

Solo el 7% de las 500 empresas más importantes del país eran nacionales.

Más del 46% de las principales empresas del país eran extranjeras.

Las utilidades de las empresas aumentaron 9 veces y los salarios no variaron.

Los sueldos de los ejecutivos aumentaron entre 40 y 48%.

23 mil empresas habían quebrado (95% eran PYMES).

128 mil empresas estaban endeudadas.

El empleo industrial había caído en 33%.

El sector comercial cayó de 11,1% de crecimiento, a -3,1% en 1998.

7 de cada 10 trabajadores eran informales.

200 mil peruanos fueron despedidos.

El 64% de asalariados no tenían contrato.

Solo 9 de cada 100 trabajadores estaba sindicalizado.

El 54% de peruanos eran pobres y el 18% eran pobres extremos.

Se realizaron 283 500 esterilizaciones forzadas.

Las políticas implantadas por Fujimori luego del Autogolpe de 1992 hicieron, más ricos a los ricos y más pobres a los pobres. Los niveles de pobreza casi no variaron, las brechas sociales se dispararon y la política fue flagelada junto con sus instituciones, el Estado, y los partidos.

¡CEGUERA NUNCA MÁS!

Hoy se cumplen 20 años del golpe de Estado que desarmó el Estado de Derecho, instauró un ajuste económico neoliberal extremo, que violó sistemáticamente los DDHH y minó de corrupción el sector público. Carlos Iván Degregori llama a los 90s “la década de la antipolítica” [7]. Es la década del desarme y desprestigio de la política, donde todos fuimos cuasi-cómplices, y sólo cuando la bomba iba a explotar decidimos no callar más.

Sin embargo, en las elecciones presidenciales del 2011, la hija de Alberto Fujimori Fujimori postuló como candidata a la presidencia del país. Sí. Postuló después de que el Poder Judicial condenara a 25 años de prisión a su padre por los crímenes de Barrios Altos y la Cantuta, de tener el informe de la CVR en nuestras manos, de la sentencia de Vladimiro Montesinos  por Barrios Altos y la venta ilegal de armas a las FARC de Colombia, etc. Keiko Fujimori, respaldada por la misma gente y las mismas caras que gobernaron al país en los 90s, llegó a segunda vuelta y obtuvo el 48,5% de los votos. Alguna vez, un 5 de abril de 1992 el 80% de peruanos aprobó un autogolpe.

¿Otra vez nos vamos a despreocupar de la política, o nos vamos a dejar ‘despreocupar’? ¿Vamos a ser ciegos a las desigualdades sociales, a los millones robados, y a los desaparecidos y torturados ahora que sí tenemos a la mano los números, las cifras, las estadísticas para evaluar y actuar? ¿Vamos a dar pie a políticas de estado asistencialistas y a la reducción de la acción de la sociedad civil? No podemos permitir que una persona o un grupo de personas manejen nuestras formas institucionales como si no hubiera procedimientos a seguir, pero sobre todo, no podemos ser indiferentes a las decisiones que se tienen sobre lo público y que nos afectan a todos. Defendamos y mejoremos nuestras instituciones, pero desde nosotros y el sistema democrático. Las dictaduras silencian y vendan. Que la ceguera y el miedo no nos atrapen. Las pruebas están a nuestro alcance, solo falta involucrarnos.

#DictaduraNuncaMás

REFERENCIAS:

[1] BURT, Jo-Marie (2012) “Las huellas del autogolpe en la cultura política peruana”. En: http://www.politai.pe/opinion26.html

[2] PEASE García, Henry (2012) “Veinte años después del 5 de abril”. En: http://www.politai.pe/opinion24.html

[3] CAMERON, Maxwell A. (2012) “Reflexiones retrospectivas sobre el autogolpe del 5 de abril de 1992 en el Perú”. En: http://www.politai.pe/opinion25.html

[4] RAGAS, José (2009) “El Legado del Fujimorismo”. En: http://historiaglobalonline.com/2009/04/el-legado-del-fujimorismo/

[5] Las cifras expuestas salvo aquellas que tienen especificación fueron extraídas de:

- DIEZ CANSECO, Javier (2007) “Perú-La Herencia de Fujimori”. En: http://www.alterinfos.org/spip.php?article1747

- MANRIQUE, Nelson (2011) “La Marcha del 26-M demostró que nada es imposible”. En: http://www.larepublica.pe/31-05-2011/nelson-manrique-la-marcha-del-26-m-demostro-que-nada-es-imposible

- La República (2011) Infografía: “Así dejó Fujimori el país”. En: http://www.larepublica.pe/infografias/asi-dejo-fujimori-el-pais-15-05-2011

[6] QUIROZ, Alfonso (2008) “Corrupt Circles. A history of unbound graft in Peru”. En: http://historiaglobalonline.com/2009/04/el-legado-del-fujimorismo/

[7] Título del libro re-editado de Carlos Iván Degregori: “La década de la antipolítica” (2012) Lima: IEP.


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